Si me permiten amigos lectores, el título de esta nota, nos brinda una licencia poética para poder jugar con el futuro. Basándonos en hechos reales de un pasado que nos mostró con creces lo realizado por algunos talentos que alguna vez se sentaron en un auto de carrera, no cuesta mucho pensar, adonde hubiera llegado este talento si el trágico destino no se lo impedía aquel fatídico 1 de Septiembre de 1985.
El Virtuoso en cuestión, querido lector, si prestó atención al título, (Sino no importa, ya que a lo largo de esta nota lo irá descubriendo) se trata del piloto alemán Stefan Bellof, quizás uno de los últimos pilotos tocados por la varita mágica del pilotaje puro, brutal, instintivo.
Nacido en el seno de una familia clase media Alemana, Stefan era como esos “Querubines” de la Iglesia, de aspecto frágil, delicado, esos hombres que a fuerza de humildad, uno se los quedaría escuchando por horas, jovial, divertido, alegre.
Un 20 de Noviembre de 1957, abriría los ojos en la localidad Germana de Giessen un niño cuya existencia sería muy breve en su paso terrenal, pero sería eterna en la memoria de todos quienes alguna vez lo han visto competir y sobre todo, quienes amamos el deporte motor.
En 1980 comenzará a despuntar su pasión en la Fórmula Ford, coronándose campeón luego de vencer en ocho de las 12 competencias que formaban el torneo en ese entonces, las puertas a la categoría “Reina” en Alemania, la Fórmula 3, se abrirían de par en par para que Stefan irrumpiera como solo él sabía hacerlo, con violencia, sin dejar nada a nadie, sin perdonar error alguno, no se coronó campeón de F3, pero un solo año en la categoría lo impulsó a seguir escalando dentro de las categorías de monopostos.
Era tal el salvajismo que poseía en sus entrañas este talento nato de la conducción de automóviles, que solo dos años después de comenzar su campaña deportiva, se lo vio sentado en una prueba para un Fórmula 2 , del equipo de Willy Maurer. Maurer, negándose a dejar pasar a ese diamante en bruto, se convertiría en su Mananger por el resto de su vida.
Stefan era un piloto “Todo terreno”, y prueba de esas cualidades las demostró al año siguiente, cuando no solo disputó el campeonato europeo de Fórmula 2, sino también en autos Sport, más precisamente en el mundial de resistencia a bordo de un Porsche 956, con dicho auto, Bellof, estableció dos records mundiales que todavía hoy, a más de treinta años de su desaparición física no fueron vencidos, el primero es el de la vuelta más rápida no oficial al circuito de Nürburgring Nordschleife con un registro de 6:11.13 y además, el récord absoluto sí oficial de 6:25.91 que como decíamos, todavía perdura hoy.
Como si esas marcas no fueran suficientes para demostrar sus condiciones arriba de un auto de carrera, su valía la demostró el mismo día que tuvo contacto con un monoplaza de F1.
Allí, como burlándose del destino que le tenía asegurado días de gloria eterna, Stefan vio como un jovencito prácticamente desconocido oriundo del sur de la tierra destrozara el impulsor del McLaren en un acto de desesperación para desintegrar los tiempos del piloto titular de la escuadra, el veterano John Watson, ese joven de andar pausado y sonrisa franca respondía el nombre de Ayrton Senna.
Faltaban pocos minutos para terminar la tanda de entrenamientos que Mclaren dispuso para los mejores volantes de las categorías promocionales de Europa, los mecánicos de la escuadra de Woking, montaron un descomprimido VFD menos potente que el Ford Cosworth.
El piloto observó casi sin ver, su concentración así se lo ordenaría, estaba memorizando cada uno de los recovecos del circuito para dar su golpe letal.
Mientras los segundos parecen no pasar, Bellof se aflojaría el cierre del buzo antiflama para brindarle un poco de aire a su acalorado pecho.
Le bastarían solo dos vueltas para igualar lo hecho por la estrella del momento, pero como dos estudiantes que son separados luego de una trifulca, estudiantil, luego de dicha prueba, no se hablarán, ni siquiera se mirarán, , ambos sabían que el destino les tenía reservado otro escenario, otros duelos, otras páginas en la historia.
Llegaría la temporada 1984, el año donde pese a tener un Tyrrell con un Cosworth 200 HP menos que los impulsores turbo, se las arregló para brillar en Mónaco, sí, la misma competencia donde se encontró nuevamente con aquel desbordante piloto con ese extraño casco, ese casco que nadie deseaba ver en sus espejos retrovisores, salvo, él y Stefan se lo haría notar. Ese día Ayrton Senna y Stefan Bellof le enseñaron al mundo cómo se maneja en condiciones de pista desfavorables, manteniendo una concentración de acero fueron superando rivales vueltas tras vueltas para estar 2do y 3ero , Stefan veía los los escapes de motor Hart de Senna escupiendo fuego ante el salvajismo de cada rebaje que el “Paulista” metía casi con desesperación.
Detrás, Stefan tragaba saliva mientras descontándole casi un segundo por vuelta estudiaba los huecos que aquel endeble Toleman parecía dejar librado a la provocación, Pero lamentablemente, la política que se mete en todos lados por más que nadie la invite, no iba a permitir que dos casi desconocidos talentos le roben protagonismo a un piloto Francés, en una carrera Francesa y con el presidente de la FISA también Francés, Jean Marie Balestre, por consiguiente, el Director de la prueba Jacky Ickx, decidió dar por finalizada la prueba cuando los autos marchaban distanciados entre si y no había riesgo de colisión como al principio.
Todavía hoy, Rene Arnoux cuando la ocasión lo amerita, le debe preguntar a algún periodista como pudo ser posible que Bellof lo haya logrado superar en Mónaco, con ese auto, en ese lugar y con la pista totalmente bañada, su interlocutor lo mirará sin encontrar repuesta, lo que es más triste, Rene tampoco la tiene.
Luego del GP de Estados Unidos, la FISA, el órgano anterior as la FIA, descalificó a los Tyrrell por portar lastre en los tanques de combustible, quitándole todos los puntos del campeonato.
Así y todo ese año se las arregló para consagrarse campeón mundial de resistencia convirtiéndose en un ICONO de los Porsche 956, obteniendo también el campeonato alemán de turismo.
La temporada siguiente, la de 1985, lo verá defendiendo los mismos colores del año anterior, Tyrrell en F1 y Porsche en Sport.
El campeonato de F1 no comenzó de la mejor manera, la diferencia técnica y mecánica que separaba a su auto del resto del parque era abismal, ni siquiera el talento de Bellof podía achicar la brecha que los distanciaba, pero de todas maneras se las arregló para brillar con un formidable cuarto puesto en el callejero de Detroit, ¿podía ser en otro lugar?.
Desafortunadamente, ese sería su último puesto puntable conseguido en la F1.
El 1ero de Septiembre, mientras disputaba los 1.000 Km de Spa, allí, en su Autódromo preferido, buscó con desesperación superar a un viejo “Zorro” llamado Jacky Ickx, intentó superarlo ahí, en Eau Rouge, donde solo los “Bárbaros” intentarían una maniobra por afuera, Stefan en el preciso momento que “su” suerte miró para otro lado enganchó su auto con el Porsche de Jacky despistándose ambos autos, a consecuencia de la brutal desaceleración con la que el auto de Stefan impactó contra el paredón , Bellof murió prácticamente al instante y con él, la “Maldición” volvía a recaer sobre Alemania, ya que luego de perder en el año 1961 a Wolfgans Von Trips cuando éste saboreaba las mieles de un campeonato del mundo y el primero para los “Tedescos”, Bellof, estaba destinado a convertirse en campeón mundial de F1, pero tampoco podría ser y con él, toda una nación lo llorará eternamente..
Con ese ataúd que reposa en las tranquilas tierras de Giessen, descansan también los sueños de miles de aficionados:
Un contrato con Ferrari lo unía al año 1986.
“Lo recuerdo siempre con una sonrisa”, dijo Georg Bellof, su hermano mayor, “Y con el pelo completamente despeinado, hicimos muchísimas cosas locas juntos, pero lo que más tranquilo me deja, es que “Stibbich” (Significa Pequeño, Apodo usado por la abuela de ambos), sabía que podía contar conmigo para lo que sea, siempre supo que yo estaría a su lado incondicionalmente y eso me da mucha paz”.