El 24 de junio de 1911 nacieron el automovilista Juan Manuel Fangio y el escritor Ernesto Sábato. Casi 450 kilómetros y unas pocas horas separaron el nacimiento de dos grandes figuras de la Argentina. Físico antes de dedicarse a la literatura y la pintura, Sábato falleció el 30 de abril de 2011. Fangio, figura del automovilismo mundial, murió el 17 de julio de 1995. Los recordamos con tramos de Dos argentinos fuera de serie, nota de Manuel Caldeiro en la revista Gente, nº 574 del 22 de julio de 1976.
Fangio: -¿Así que nacimos el mismo día, no?
Sábato: -Sí. El 24 de junio de 1911. Somos gemelos astrales.
F: -¿Somos de la misma clase también?
S: -Claro que sí. Del mismo día, del mismo año y nacimos en pueblos de la provincia de Buenos Aires.
F: -Caray…
S: -¿A qué hora nació?
F: -A las cero diez.
S: -Yo nací al atardecer.
F: -Soy un poco mayor que usted, entonces…
S: -De cualquier manera es una diferencia de horas. Somos lo que se llama mellizos astrales. Fíjese que además nacimos en Balcarce y Rojas, dos pueblos de automovilistas. Hace unos años Horangel publicó un libro donde aparecíamos en la misma página como ejemplo de gemelos astrales.
F: -Caray… Yo le ando escapando a Horangel… No sé, nunca quise que me leyeran las manos, que me predijeran cosas.
S: -A mí me pasa lo mismo. Soy muy temeroso de eso.
F: -Mire, hay una cosa: yo creo en el destino. No sé, no quiero pensar qué es lo que me va a pasar. Vivo un poco de lo me que va pasando día a día. No especulo con lo que me va a pasar… Además ¿qué es lo que uno puede prever? ¿Se acuerda que hace poco más de un mes le dije en una reunión en la embajada alemana que íbamos a pasar juntos el cumpleaños en Balcarce? Bueno, yo no podía imaginar que tendría que operarme tan rápido…
(…)
S: -Eso es algo que yo he repetido muchas veces y es lo que creo firmemente. Cada vez que me han preguntado qué figura pondría yo como ejemplo de campeón, dije: sin duda alguna, Fangio. Los chicos suelen creer que un gran campeón de automovilismo es el resultado de la simple capacidad para apretar el acelerador. Es una grave equivocación. Usted que sabe infinitamente más que yo de eso seguramente lo puede certificar. Y también que muchos se mataron por creer eso. Pero además yo señalé en diferentes ocasiones que Fangio reúne una serie de atributos supremos, que van desde el coraje indudable y previo hasta la prudencia. Dos atributos que parecen inconciliables y que en un gran campeón precisamente se sintetizan. Creo que usted es a la vez prudente y corajudo. Pero no es sólo es la esencia de su grandeza. No se llega a tener cinco veces el título que obtuvo Fangio nada más que con esos pocos atributos. Hacen falta una serie de condiciones humanas muy especiales que implican tenacidad, perseverancia, serenidad en el triunfo y en la derrota, espíritu de observación, inteligencia y tantas otras cualidades que, reunidas en un solo hombre, como en el caso de Fangio, hacen que deba ser considerado un caso ejemplar.
(Mientras Sabato dice esto, Fangio baja los ojos y sonríe levemente, como aceptando el elogio únicamente porque viene de alguien como Sábato).
F: -Yo lo estaba escuchando, a Sábato, con mucha atención, y algo que dijo me parece muy importante. Usted señaló que antes un auto estaba hecho a escala humana. Yo agregaría que también la forma de vivir estaba hecha a la escala humana. Y eso se está perdiendo.
S: -Es cierto. El hombre se ha deshumanizado y se ha desacralizado también. El hombre es y debería ser sagrado para el hombre, como toda nación para toda nación. Se ha perdido el sentido de lo sagrado y muchos valores humanos que son decisivos y tienen mucho que ver con el tema que estamos hablando se han ido perdiendo para desembocar en una humanidad atroz, salvaje, sádica, en una humanidad que ya no respeta absolutamente nada. Esta desacralización del hombre ha llevado a esta especie de nihilismo contemporáneo en el que estamos sumergidos.
F: -Estamos absolutamente de acuerdo. Uno habla de deporte porque es de lo que entiende. Pero los valores son iguales para cualquier actividad del hombre. Usted, hace un rato, decía que en su juventud jugaba al fútbol, pero cuando notó que el deporte se fue envileciendo, naturalmente dejó. Yo también he jugado al fútbol, cuando nosotros nos comprábamos las camisetas y la única satisfacción era ganar y reunirnos en la casa del presidente del club, que era un panadero. Este hombre, cuando triunfábamos, hacía un postre para que nos reuniéramos y comiéramos todos juntos. Eso es lo único que nosotros cobrábamos. Yo me acuerdo de un muchacho que jugaba en nuestro equipo, trabajaba en la recolección de la papa y el día anterior a un partido llovió y no lo pudimos ir a buscar. Se vino caminando por la vida del tren (casi diez leguas) para poder jugar. Yo nunca pensé que las carreras podían darme ganancias. Siempre pensé cuánto podían costarme. Cuando me tocó correr con Alfa Romeo por primera vez fue en San Remo. Me dieron el mejor coche que existía en ese momento. Teníamos que correr Farina y yo. Desgraciadamante Farina tuvo un accidente y no pudo correr. El director del equipo estaba preocupado porque poner a correr los coches nuevamente y perder es algo que no admite el italiano. Había una indecisión y consultas nerviosas entre los directores de la marca: ‘¿Fangio, cree que podrá?’ ‘Yo no sé -les dije- espero que sí’. Para colmo llovió y yo no podía usar toda la fuerza de mi coche. Las primeras vueltas fueron de expectativa hasta que ví que el auto era un fenómeno. Me fui buscando uno a uno a los demás corredores hasta que pasé al frente y gané. Cuando terminó la carrera (usted sabe como son los italianos) todos estaban seguros. ‘Lo sapeva, lo sapeva’, decían. Entonces me traen un contrato par afirmar. ‘¿Dónde hay que poner la firma? -pregunté y lo firmé abajo-. Llénenlo como quieran’. Porque en ese momento para mí era algo así como un cantor desconocido que le ofrecen cantar en la Scala. Para mí era el mayor triunfo a que podía aspirar. Me daban el mejor auto que existía en ese momento. Hasta los diarios estaban en contra porque yo era argentino. Entonces, ¿me iba a poner yo a exigir condiciones económicas? Firmé sin leer el contrato. Eran otras épocas.”