Estamos frente a un nuevo 1° de mayo que para el mundo del automovilismo es una fecha fatídica, triste, que todos pretenderíamos olvidar al punto de poder borrarla de la historia como inexistente. Jamás aceptaremos la muerte de Ayrton y haremos siempre lo posible para mantener viva su memoria.
Frente a situaciones jamás pensadas como la muerte de un verdadero ídolo, los fans no tienen respuestas, no encuentran explicaciones ni tienen la capacidad de superar semejante acontecimiento. Cada vez que un fan de Ayrton quede frente a un día 1° de mayo de cualquier año, desde 1994 en adelante, una imagen negra aparecerá en su memoria en un vano intento de eliminar totalmente aquel día de su consciente, y aún de su subconsciente para que nunca jamás vuelva a aparecer en el consciente.
Cada fan pensará qué podría o debería haber hecho quien, para evitar que ese día haya pasado, y buscará denodadamente un culpable en quien recargar las culpas de la suerte adversa que sometió a su ídolo a la muerte física. De ninguna manera podrá aceptar culpas propias del ídolo, jamás encontrará razón alguna para esbozar siquiera un pequeño reproche a su ídolo, porque el ídolo es eso, no es humano, no es como uno, no se parece a nadie, es un dios pagano al que rinde tributo y a quien todo le justifique, nada mal podrá haber hecho ese ser que con el paso del tiempo se convierte en una presencia omnipresente y etérea, con quien el fan comparte toda su vida, y más aún cuando alguien pretende que el ídolo ha muerto, pues el ídolo jamás muere y menos aun cuando “ellos” dicen que su desaparición pasó.
Ayrton jamás ha muerto, por el contrario su imagen es cada vez más grande, sus manos cada vez más talentosas, sus maniobras más inigualables, su sonrisa cada vez más carismática y su persona toda cada vez más inmensa. Su solo nombre cobra dimensiones imposibles de guardar racionalmente y emerge, brota y desborda el alma de sus fans cada día con mayor vida.
La Muerte no entiende o quizá sí y seamos nosotros los fans quienes no entendemos del todo.
Cuando la Muerte despliega sus tentáculos lo que hace es dar un abrazo eterno a la vida, pues nuestro ídolo desde ese día en que la Muerte lo abraza se convierte en inmortal y eso jamás podrá cambiar mientras haya un niño en algún lugar del mundo que sueñe con que es Ayrton.
Sueñe con calzarse un casco amarelho con franjas y vivos verdes y azules y sienta el vértigo de manejar un Toleman TG184 Hart Turbo debajo de la lluvia monegasca.
Sueñe con indicarle a su ingeniero jefe que en realidad “se pegó” en una curva del circuito de Dallas, porque le “corrieron” el muro de contención 3 milímetros hacia adentro y él tenía controlado ese escueto espacio para pasar sin pegarse, y que su ingeniero jefe incrédulo se haya desplazado hasta el lugar y observe la marca original del muro y pueda ver que efectivamente ese muro estaba corrido hacia adentro de la pista. . . 3 milímetros y deba rendirse a la evidencia genial de su piloto.
La inmortalidad del ídolo permanecerá imperturbable mientras un niño sueñe que es Ayrton devolviéndole gloria al equipo Lotus venciendo magistralmente en Portugal con un motor Renault Turbo, logrando que la épica gorra negra de algún Colin Chapman vuele otra vez por el aire de su imaginación ante el triunfo de su producto.
Mientras un niño sueñe que alcanza todos esos logros que alcanzó su ídolo, Ayrton seguirá vivo en la mente y el corazón de todos quienes amamos la Fórmula 1.
Ayrton Senna, nacido el 21 de marzo de 1960 en Sao Paulo Brasil, campeón de cuanta categoría promocional haya transitado, comenzó su trayectoria en la Fórmula 1 en el GP de Brasil de 1984, participando en 162 grandes premios y largando 161 carreras, a lo largo de 11 temporadas ininterrumpidas, compartiendo con 10 compañeros en 4 equipos distintos (Toleman, Lotus, McLaren y Williams) utilizando 4 motores distintos (Hart-Turbo, Renault-Turbo, Honda-Turbo y Ford Cosworth), montando 13 modelos de autos distintos, (2 de Toleman, 3 de Lotus, 7 de McLaren y 1 de Williams).
Su carrera presenta 41 victorias, 65 poles, 19 records de vuelta, 80 pódiums, y 60 abandonos.
Entre sus máximos galardones cuenta con 6 triunfos en Mónaco, 5 en Bélgica (todas en Spa-Francorchamps), 5 en EEUU (3 en Detroit y 2 en Phoenix), 3 en Alemania (Hockenheim), 3 en Imola, 2 en Italia (Monza), 1 en Gran Bretaña (Silverstone), y en Hungría, en Japón, en Portugal (el primero para la estadística), y uno de los más recordados bajo la lluvia del cielo de Donington con su recordada “vuelta de Dios” (como Fangio en Nürburgring, también Ayrton tuvo su triunfo inigualable, cuestión que hizo decir al Chueco de Balcarce que el más grande había sido el simpático muchacho de Sao Paulo).
Su trayectoria iba agrandando su figura hasta límites insospechados e insospechables consiguiendo triunfos místicos y míticos, vueltas imposibles, maniobras que desafiaron las leyes de la física. Ayrton logró derrotar al establishment, a los hijos del establishment y a los detractores acomodados bajo el ala del establishment.
Semejante estadística se corona con 3 títulos del mundo en el campeonato de pilotos y el amor incondicional de sus fans.
Pero la nota no estaría completa si no me refiero a un hecho que lo pone en la dimensión mágica en la que transita Ayrton sin duda alguna. Reservé para el final un comentario de color que pinta de cuerpo entero a este singular de la historia de la Fórmula 1.
Hubo dos vueltas de la misma envergadura que la de Donington o superiores aún, ambas en su McLaren y ambas en “el patio de su casa” Mónaco.
La que todos conocemos fue la Pole de Mónaco 1990, obtenida conduciendo de manera frenética, incluso superando dos autos en su camino como si no existieran en la pista. (Les dejo un link para que puedan ver la vuelta).
La otra vuelta a la que me refiero fue en el año 1988 que lamentablemente nunca se pudo ver, pues no está filmada. Fue Pole también en Mónaco y marcó a nuestro protagonista para siempre.
Sobre ella Ayrton declaró que sintió que el circuito se había convertido en un túnel perdiendo contacto con la realidad y el mundo circundante, que percibía haber pasado los límites de la consciencia, que lo invadió un verdadero sentimiento de vulnerabilidad al haber superado los límites propios y los del coche, límites que jamás había alcanzado, y que si bien mantenía el control no tenía cabal consciencia de lo que acontecía, solo supo que corría y corría atravesando una experiencia espantosa y que nunca repitió por la intensidad vivida, la angustia sentida y la locura que la había comandado. Terminó comentando que nunca se permitió volver a llegar tan lejos.
En la carrera chocó contra el muro cuando transitaba en primera posición y con 50 segundos de ventaja sobre el segundo que era Prost.
Inmediatamente sintió que era Dios quien lo había bajado ese día del auto, evitando un final que todavía no debía llegar.
(Nota del autor: El diablo debía esperar, aunque había disfrutado aquella demostración del propio Supremo manejando un auto de carreras. Esa misma mano que en vez de bajarlo del auto, Dios le tendió en 1994 para llevarlo a la eternidad).
Ayrton Da Silva Senna, o Ayrton Senna, o simplemente Ayrton.
Eternamente en nuestros corazones fierreros.
Para terminar hago alusión al título, pues después de haber tomado verdadera dimensión de la magnitud y de la magnificencia de Ayrton al volante de un automóvil de carreras, debo concluir que hubiera sido hermoso ser fan de Senna. . . yo en esos años era fan de Prost.
El 1° de Mayo de 1994 lloré desconsoladamente sin saber por qué estaba llorando, y hoy al escribir esta nota una lágrima rueda vertiginosa por mi rostro, un rostro ya cansado de ver cómo llaman ídolos a quienes a Ayrton no podrían ni tenerle el paraguas en la grilla antes de largar.
Durante sus exequias lloré y pensé y le dije a mi padre, “qué lindo hubiera sido ser fan de Ayrton”, mi viejo me miró y guardó un respetuoso silencio, él también era fan de Prost.
Hoy lo recuerdo y lagrimeando vuelvo a decir. . . “qué lindo hubiera sido ser fan de Ayrton”.