Binotto sostuvo que la debacle en Hungría se debió a la falta de ritmo en el auto. Sin embargo, el caos se apoderó del equipo y arrastraron a Sainz y Leclerc que terminaron cuarto y sexto respectivamente.
Para Ferrari no existe termino medio. O se gana contundentemente o se fracasa estrepitosamente. No hay una tercera opción. Y si duele el fracaso, más doloroso cuando había margen para cambiar la historia. En Maranello, esta temporada, los fracasos se producen cuando tienen todo servido en bandeja o contaban con tiempo suficiente para hallar alternativas y reducir daños.
La caída del Cavallino en el Hungaroring no puede ser exclusivamente por un problema -como intentó señalar Mattia Binotto-. Es la sucesión, en menos de cuarenta y ocho horas, de una serie de errores que se coronaron con un viejo conocido: el caos. Perdida de rendimiento, pésimas estrategias, malas paradas y desconcierto general. Un cóctel explosivo que es tradición en Maranello desde antes que naciera la Fórmula Uno.
“Todos esperaban un resultado diferente, nosotros primero. Básicamente, hoy el auto no funcionó como esperábamos, y creo que esto es evidente. Podemos hablar de muchas cosas pero básicamente hoy el problema era el rendimiento, de un auto que no funcionaba”, intentó explicar Binotto a la cadena Sky.
Sin embargo, la conclusión del jefe de equipo era advertido por el propio ganador de la carrera Max Verstappen: “Ferrari va a ser súper fuerte aquí, como lo han sido, por supuesto, todo el año. Es una pista en la que podrían ser muy fuertes. Pero ya veremos. Además, el clima: no sé qué va a pasar. (…) Pero todas estas cosas pueden entrar en juego y pueden hacer muchas cosas en el resultado”. El vencedor del Hungaroring tuvo un panorama más claro el día jueves -veinticuatro horas antes de la primera práctica-. ¿Binotto y sus ingenieros no tuvieron la misma visión?
Carlos Sainz, tras la carrera, confirmó la intuición del neerlandés: “Parecía que ese medio segundo por vuelta que nos metía hoy Red Bull se lo metíamos nosotros el viernes con mucho calor. Este frío ha cambiado completamente la situación. También los Mercedes han ido más rápido. No hay mucho que decir”. Ante los micrófonos de sus connacionales de la cadena DAZN no encontraba palabras para explicar la debacle y, mucho menos, las malas paradas que tuvo nuevamente. Porque en Ferrari no alcanza con una pésima planificación de carrera; también el caos debe extenderse al trabajo del domingo. Sainz padeció detenciones largas; y la segunda, principalmente, le hizo perder un segundo valioso que podía haberlo dejado por delante de George Russell.
Y si el madrileño tuvo un mal día, peor Charles Leclerc. “En el primer stint todo iba bien, el ritmo estaba ahí y teníamos un buen coche con neumáticos medios. Tenía fe y pedí ir largo en el stint pero al final tomamos una decisión diferente, fuimos a duros y perdimos mucho tiempo”, explicó el monegasco sobre la insólita decisión del equipo de calzarle neumáticos duros. El resto es historia conocida: el compuesto nunca funcionó -quedó comprobado varias vueltas antes con los Alpine y Haas– y Verstappen amplió la brecha en el campeonato.
Ferrari, que había arrancado como el equipo a vencer, llegó al receso estival superado por errores propios y la habilidad de sus rivales -aunque predominan más los errores propios-. Increíblemente, Binotto insiste que la debacle de Hungría fue por el auto: “Hoy no todo salió bien, pero el auto ciertamente faltaba. No nos dio la oportunidad de hacer lo que queríamos. Mirándonos a los ojos, primero analizaremos por qué no tuvimos el ritmo adecuado con el auto, luego analizaremos la estrategia”.
En Budapest, todo el conjunto de Maranello cayó a los nueve círculos del infierno. Algunos por malas decisiones, otros por no ver a tiempo lo que señalaban los rivales; y el resto -pilotos y mecánicos- arrastrados por la confusión de los dos primeros. Así es Ferrari. Una versión moderna de la Divina Comedia que ni el Dante hubiera imaginado.