Forghieri, el otro mito de Maranello

Forghieri, el otro mito de Maranello

Murió en Módena a los 87 años. Su tiempo como director técnico de Ferrari fueron los más laureados hasta la irrupción de Michael Schumacher. Fue exigente, polémico e ingenioso; cualidades que lo convirtieron en el hombre de confianza del Commendatore en el box.

 

El ingeniero Mauro Forghieri, ex director técnico de Ferrari y uno de los hombres de mayor confianza del Commendatore, falleció a los 87 años. Su último suspiro fue en Módena, su tierra natal; su lugar en el mundo. Allí vio la luz un 13 de enero de 1935 y allí cerró sus ojos, por última vez, en la mañana de este miércoles.

 

Desde 1962, y para la eternidad, su apellido quedó ligado a Ferrari. No solamente como el ingeniero en jefe que desarrolló coches que ganaron 54 Grandes Premios, 4 títulos de pilotos y 7 de constructores. También, como el hombre a quién Enzo Ferrari le confió ciegamente el honor de la Scuderia.

 

Enzo Ferrari le confió el equipo y Forghieri fu su voz durante 22 años. (Rainer Schlegelmilch)
Enzo Ferrari le confió el equipo y Forghieri fue su voz durante 22 años. (Archivo / Rainer Schlegelmilch)

 

Don Enzo conocía a Forghieri desde antes que obtuviera su título de ingeniero mecánico en la Universidad de Bologna. La amistad con su padre le deparó un privilegio que muy pocos tuvieron en vida del Drake: visitar asiduamente la fábrica de Maranello. “Yo era una especie de becario, aunque entonces no se llamaran así. Todas las semanas, mientras estudiaba en la biblioteca, me habían asignado una mesa con cálculos y dibujos, llegaba Ferrari y me pedía trabajo. Estaba tratando de averiguar qué tipo era yo”, recordaba en una entrevista con el Corriere della Sera.

 

Con el diploma bajo el brazo, pensaba viajar a los Estados Unidos para desarrollar su carrera. Ferrari lo detuvo. Lo llevó a su fábrica junto a otro joven brillante que también dejaría su huella en los monopostos: Gian Paolo Dallara. Forghieri comenzó como aprendíz, desde abajo. Su ascenso fue meteórico: dos años después estaba a cargo de la parte técnica del equipo.

 

Forghieri dando instrucciones a Chris Amon. (Archivo / Motorsport Images)
Forghieri dando instrucciones a Chris Amon. (Archivo / Motorsport Images)

 

Los motores, los componentes mecánicos y la incipiente arodinámica fueron su obsesión. Buscaba, enfermizamente, la perfección de los bólidos rojos que salían a pista. Los pilotos debían ser muy fuertes para soportar las presiones del director técnico. “La Furia”, como se lo conocía, era muy exigente con ellos. Manejaba un axioma que era común en los equipos de Fórmula Uno de aquellos tiempos: la máquina nunca falla, la culpa es del corredor.

 

Su inmenso poder dentro del box era tolerado por Don Enzo. Ambos compartían la misma filosofía. A diferencia de otros mortales que pasaron por Maranello, era al único por el que guardaba un profundo respeto. Franco Gozzi , asistente personal e histórica mano derecha del Commedatore, recordaba: “Ferrari podía discutir de una forma muy, muy animada con todos sus colaboradores, ingenieros o técnicos que estuvieran. Nunca con Mauro cuya superioridad aceptaba. Solo si lo empujaba demasiado alto lo detendría”.

 

Forghieri hablando con los mecánicos en el estacionamiento del circuito canadiense de Mosport Park. (Archivo / Motorsport Images)
Forghieri hablando con los mecánicos en el estacionamiento del circuito canadiense de Mosport Park. (Archivo / Motorsport Images)

 

Tras 22 años de liderar el box, dejó la sección deportiva y se dedicó al diseño del prototipo de calle Ferrari 408 4RM. En 1987, una vez finalizado el proyecto, se retiró de Maranello. Atrás dejaba los títulos de John Surtees, Niki Lauda y Jody Scheckter; modelos icónicos como el 156, 158 y la saga de la 312T (con sus versiones T2, T3, T4 y T5); y victorias a manos de Lorenzo Bandini, Ludovico Scarfiotti, Jackie Ickx, Clay Regazzoni, Mario Andretti, Carlos Reutemann, Gilles Villenueve, Didier Pironi, René Arnoux y Michele Alboreto.

 

La vida después de Ferrari lo llevó por un breve paso por Lamborghini. Tras los fallidos intentos de los proyectos de Fórmula Uno, se alejó de la fábrica bolognesa y estableció una consultora de ingeniería -entre sus clientes se encontraban BMW, Bugatti y Aprilia-.

 

Con Lauda, quién mejor interpretó sus obsesiones. (Archivo / Motorsport Images)
Con Lauda, quién mejor interpretó sus obsesiones. (Archivo / Motorsport Images)

 

Pero su rol verdadero fue mantener viva la memoria de una época romántica del Cavallino. Su palabra era necesaria a la hora de rememorar los años sesenta, setenta y principios de los ochenta. Aquellos años, donde se combinaba la gloria y la derrota por igual, antes de la sequía que finalizara con la llegada de Michael Schumacher a Maranello. Sin embargo, el viaje al pasado, no lo abstraía del presente de la Máxima Categoría.

 

Hasta el último momento de su vida fue un acérrimo enemigo del DRS. “No me gusta toda la aerodinámica de los autos actuales”, dijo. “No entiendo por qué no se reduce para permitir adelantamientos normales sin DRS. Ahora, si el oponente de uno está a menos de un segundo de distancia, solo puede ver cómo pasa su perseguidor, y eso no puede ser correcto”, criticaba abiertamente; aunque, curiosamente, a fines de los sesenta, experimentó con alerones móviles casi con las mismas características del actual sistema.

 

Y como si fuera una declaración de principios, fiel a su estilo, sentenció: “Un campeón mundial necesita estar en condiciones de adelantar a su oponente sin ayuda. De lo contrario, a mis ojos, no es un campeón mundial”. Palabras que emulaban al tono discursivo de Enzo Ferrari. No era de extrañar. Cuando hablaba Mauro Forghieri en el box, era como si hablara el mismísimo Commendatore.