La escudería norteamericana rechazó el pedido de su ex patrocinador. La empresa de los Mazepin había adelantado los fondos correspondientes al 2022. El equipo contraataca exigiendo una compensación por pérdidas de ganancia.

 

No hace falta ser un especialista en el campo del derecho para adivinar que la ruptura entre Haas y Uralkali llegará a los estrados judiciales. La escudería norteamericana, propiedad del empresario Gene Haas, rechazó la solicitud de su ex patrocinador para que le sea reembolsado el dinero que adelantara, a principios de este año, como parte de los acuerdos de publicidad de 2022.

 

En concreto, la compañía rusa de fertilizantes -propiedad de la familia Mazepin– reclama la devolución de 13 millones de dólares y el cumplimiento de otros compromisos. El vinculo finalizó abruptamente, a principios de marzo, cuando el equipo se plegó a la ola de rechazos y vetos contra deportistas o intereses rusos como repudio a la guerra contra Ucrania.

 

Haas tomó la decisión unilateralmente. Uralkali, lejos de quedarse de brazos cruzados, emitió un comunicado donde anticipaba el reclamo del dinero adelantado por patrocinio. Y para que no queden dudas, amenazó con una demanda judicial en caso de una negativa.

 

 

Desde su base en Kannapolis, en el estado norteamericano de Carolina del Norte, rechazaron el pedido a través de una carta: “La pretensión de Uralkali de obtener el reembolso del pago inicial de 12.000.000 euros [13 millones de dólares] es infundada y rechazada”. En la misiva, que la revista Autosport publicó algunos extractos, Haas le recordó a Uralkali que una de las cláusulas establecía que no se debía “dañar, cuestionar, ridiculizar o disminuir la reputación pública, la buena voluntad o la imagen favorable de Haas”.

 

“Según los estudiosos del derecho y la jurisprudencia unánimes -alegan-, la parte que rescinde el acuerdo por incumplimiento de la otra parte no tiene la obligación de devolver a esa parte lo que ya ha recibido en virtud del acuerdo”.  El equipo se apoya en las sanciones de la Unión Europea como disparador de la cláusula. Sin embargo, las mismas, no se encontraban vigentes al momento de la ruptura.

 

Además, se suma un dato extra. Tanto Dmitry como Nikita Mazepin ingresaron en la lista negra de sancionados -por su relación directa con el presidente Vladimir Putin– horas después de conocerse la rescisión del contrato.

 

 

Pese a estas contradicciones, que podría jugarle en contra en un hipotético proceso legal, Haas redobla la apuesta. Exige a Uralkali una compensación por las ganancias perdidas por la ruptura del convenio. Los norteamericanos piden una compensación de ocho millones de euros que deben ser depositados en los próximos días. Mientras tanto, el equipo no entregará a la compañía uno de los VF21 que condujo Nikita la temporada pasada -cesión acordada en el contrato- hasta que no se realice el pago. En pocas palabras: no hay dinero no te daremos el auto (aunque sea una obligación contractual).

 

Pero hay algo más delicado en este asunto contaminado por la geopolítica. Una fuente, cuya identidad se mantuvo en reserva y conoce de cerca el conflicto, afirmó a Autosport que Haas se habría negado a pagarle el salario al piloto por el tiempo trabajado este año hasta el momento de la rescisión. El conflicto está en vías de convertirse en escándalo.

 

“Todos entienden que el mundo se encuentra en una situación difícil. Pero es evidentemente ridículo argumentar que Haas tiene derecho a quedarse con el dinero pagado de un contrato que cerró unilateralmente, sin prestar ninguno de los servicios acordados”, comentó la fuente a la revista británica. Y sintetizó crudamente la doble moral de Haas: “Parecen estar bien gastando dinero ruso, e incluso están pidiendo más, pero no quieren tener rusos cerca”.

 

 

Desde el equipo norteamericano hay silencio absoluto. En Uralkali, por el momento, se mantienen en el comunicado del pasado 09 de marzo cuando anunciaron que pedirían el reembolso.

 

El camino está allanado para una feroz pelea en la justicia. A simple vista, Haas, tiene todas las de perder. Y su frágil situación económica no lo habilita a darse el lujo de perder un pleito judicial.