El británico ganó después de dos años sin victorias. Verstappen llegó segundo pese a que el Red Bull perdió ritmo al inicio de la carrera. Norris terminó tercero por un nuevo error de McLaren en la estrategia con los neumáticos.
Lewis Hamilton cortó una sequía de más de dos años y medio sin victorias. Y no hubo un mejor lugar que Silverstone, su casa, donde celebró en ocho ocasiones, para regresar al escalón más alto del podio. El británico y Mercedes golpearon en el momento justo, y se aprovecharon de los errores de McLaren para alzar un triunfo que, para muchos, tiene sabor a despedida.
El siete veces campeón lo dijo emocionado en el parque cerrado: “es mí última vez en Silverstone con este equipo”. Desde el sábado, con la P2 en la Qualy, estaba confiado en que podía dar el golpe del fin de semana. Y lo hizo.
La lluvia fue su gran aliada, pero no caerían las primeras gotas antes de la vuelta 12. Debía ingeniárselas para sobrevivir en el Top Tres, mantener a raya a Lando Norris y evitar que su compañero George Russell -el poleman– se escape en la punta.
Los Mercedes largaron sin problemas. Russell tomó la delantera y Hamilton se puso a la cola, cuidándose únicamente de un ataque de Norris. El McLaren intentó sorprenderlo por el interno antes de la curva 2, pero Lewis cerró muy bien y lo puso en aprietos. Max Verstappen, desde la cuarta posición, aprovechó abriéndose por el externo para ganarle la P3 a Norris.
Pero el Red Bull mostraría nuevamente su fragilidad. Unas vueltas más tarde comenzó a perder ritmo y Norris fue a recuperar su posición. Cuando empezaban a caer las primeras gotas en Silverstone, el papaya humilló al holandés con un sorpasso por el interno en la recta del Hangar. Oscar Piastri también se aprovechó del malherido Verstappen para bajarlo a la quinta posición. El equipo de Milton Keynes vivía una pesadilla, pero las inclemencias climáticas los salvarían.
Mientras los McLaren se hacían un festín con Verstappen, los Mercedes comenzaron a luchar entre ellos. El piso húmedo favorecía la conducción de Hamilton. El siete veces campeón se sentió más fuerte que Russell. En su zona de confort, Lewis apretó a su compañero y lo rebasó sin piedad por el interno de Stowe.
Los rádares indicaban dos tandas de lluvia. La primera, que sería corta, casi se devora a los Mercedes. Tras el rebase, ambos se pasaron de largo en la primera curva. Esto favoreció a Norris que les recortó distancia. Primero despojó a Russell del segundo lugar y luego, dos vueltas más tarde, dejaría atrás a Hamilton.
Tal como se esperaba el aguacero fue breve, pero estaba pronósticado una segunda precipitación que sería más fuerte y durarera. Cuando cayó la segunda lluvia los equipos se vieron forzados al cambio por neumáticos intermedios. Primero ingresaron Sainz y Verstappen (el español presionaba al holandés); luego Norris, Hamilton y Russell. McLaren dejó a Piastri en la pista como líder provisional, el box de Woking no se sentía seguro para hacer dos paradas continuas -algo que Mercedes hizo sin problemas-.
El abandono de Russell en la vuelta 33 sorpendió a Silverstone. Mercedes ordenó el retiro del coche, los ingenieros detectaron una falla del sistema de refrigeración que podría dañar el motor. Al llegar al box el británico se tomó la cabeza. Estaba devastado, era un duro golpe en el corazón; sentía que podía ganar en casa.
Con Russell fuera de combate la definición sería con Norris y Hamilton; pero, contra toda lógica, Verstappen renació. El Red Bull se recuperó de la pérdida de ritmo y se anotó en la pelea.
En el giro 39, Hamilton y Verstappen ingresaron a boxes. McLaren se jugó a un undercut. La apuesta se convirtió en una cadena de errores que pagarían muy caro. La calle de boxes estaba mojada y Norris se pasó del cajón de detención. El incidente lo llevó a un pit stop de 4.5 segundos, regresando a pista detrás del Mercedes que recuperó la punta.
Pero no fue lo peor. Como hiciera Red Bull con Verstappen en Austria, el equipo de Woking se equivocó con los neumáticos para asegurar la carrera. Le calzaron neumáticos blandos -los mismos que puso Hamilton- cuando tenían un juego de medios nuevos en el armario. La decisión, que piloto y box estaban definiendo durante varias vueltas, lo privó de la victoria.
El nuevo traspié de McLaren y la apuesta de Mercedes por las blandas abrió una oportunidad para el líder del campeonato. Con neumáticos duros, a doce vueltas del final, podría dar el sorpasso a dos coches con gomas que no durarían más allá de diez vueltas.
Con Norris no tuvo inconvenientes. En el giro 48 le devolvió el rebase en el mismo lugar que lo superó al principio de la carrera -el británico ni siquiera se defendió-. Sin embargo, no alcanzarían las vueltas para el milagro. Hamilton cruzó la meta como ganador. La última vez fue Jeddah cuando Verstappen lo chocó de atrás en una polémica maniobra.
El siete veces campeón rompió en llanto en el cockpit. Agradeció a todos por un triunfo que podría ser el último a bordo de un Mercedes -cuando resta todavía medio campeonato-. Para Verstappen y su gente, el segundo lugar se leyó como un éxito con un Red Bull que estuvo a punto de perecer. Mientras que Norris tomó el tercer puesto como un cachetazo al perder otra victoria, pero no echó culpas; asumió como propios todos los errores que se cometieron.
Los ojos del mundo se posaron únicamente en Lewis Hamilton. Los aficionados que estaban en Silverstone, los que siguieron la carrera por televisión, el equipo y su círculo más íntimo; sintieron que la victoria 104 es algo más que el regerso a la cima después de 945 días. Todos coinciden que es el inicio del adiós a Mercedes.