El británico cerró en el Gran Premio de Miami la herida de Sochi. Verstappen llegó segundo con un Red Bull que nunca pudo encontrar el ritmo. Leclerc completó el podio.
La espina por aquella victoria que se escapó en Rusia, en septiembre de 2021, aun dolía en el corazón de Lando Norris. Esa tarde lluviosa en Sochi, liderando la carrera y confiado en que podía terminar las últimas tres vueltas con neumáticos de piso seco, pagó muy caro la audacia y se quedó con las manos vacías. Desde entonces arrastró una herida profunda que parecía no sanar. Pero el tiempo lo cura todo y la justicia poética colocó las cosas en su sitio.
Dos años y medio después, como en el turf, Norris salió de perdedor y ganó el Gran Premio de Miami. La primera en la Fórmula Uno. Y como aquella tarde gris en Sochi, dominando gran parte de la prueba con un McLaren.
Desde la Sprint Qualifiying del viernes se intuía que algo fuera de lo común podría ocurrir. Los problemas de evolución de la pista, sumado a las complicadas curvas del segundo sector, se convirtieron en un dolor de cabeza para todos los pilotos (o casi todos).
Max Verstappen, que manifestó el sábado no estar a gusto con el circuito, parecía reconciliarse al tomar la delantera. Charles Leclerc, desde la segunda posición, movió tarde la Ferrari y fue sorprendido por su compañero Carlos Sainz que buscó al Red Bull. Tan mala fue la partida del monegasco que Sergio Pérez le ganó el interno, pero el mexicano llegó pasado a la primera curva y casi se lleva por delante a Verstappen y Sainz.
Checo repitió la misma escena de Lewis Hamilton en la Sprint. La diferencia es que el mexicano no generó una colisión. Sin embargo, obligó al español a una maniobra evasiva que le hizo perder dos lugares: Leclerc recuperó la segunda posición y Oscar Piastri (McLaren) subió al tercer lugar.
Con Verstappen en la delantera se aguardaba otra faena del holandés. Pero el Red Bull no sacaba ventaja. Las miradas se cruzaban en el box de Milton Keynes, en las gradas y en los hogares de los aficionados que seguían la carrera por TV. ¿El RB20 no tenía ritmo? Era el interrogante.
Pérez no podía remontar desde la quinta posición y era hostigado por Norris. Verstappen, con más de dos segundos de distancia, no podía despegarse de Leclerc. Pero el líder de la carrera tuvo la ayuda de Piastri. En la tercera vuelta, el australiano atacó al monegasco y lo rebasó por el interno de la curva 17. Aun así, el campeón solo sacaba unas pocas décimas de diferencia.
Todos los coches estaban cerca uno del otro. Esto significaba que aquel que ingrasara a boxes tendría que lidiar con el tráfico. Los equipos estudiaban con precisión el momento justo para el pit stop. No podía fallar el cálculo. Red Bull experimentó con Pérez quien fue el primero del lote de punta. El regreso a la carrera fue un calvario.
La detención de Checo era un caso testigo para los punteros. Nadie se atrevía a ingresar, pero los neumáticos medios comenzaban a caer en aquellos que no son buenos administradores. Leclerc ingresó dos griros después que Pérez y Red Bull no se decidía con Verstappen. Además, el holandés tenía otros problemas. No podía encontrar el ritmo. Incluso, en un intento de ir más a fondo, se pasó en la chicana de la curva 15 y se llevó por delante la baliza señalizadora. El coche no sufrió daños, pero originó un Virtual Safety Car para retirar los restos del bolardo que quedaron en la pista. Era la respuesta al interrogante: el RB20 era vulnerable en Miami.
El choque de Kevin Magnussen y Logan Sargeant, en la vuelta 27, cambió la historia de la carrera. El danés intentó rebasar por el interior de la curva 3 y se llevó puesto al Williams del norteamericano. El coche de Sargeant quedó cruzado contra las defensas y obligó la salida del Safety Car.
El auto de seguridad favoreció a Norris, entonces virtual puntero, porque no había parado. McLaren lo llamó inmediatamente. La parada fue prolija y sin errores. El británico regresó a pista como líder efectivo y con la ventaja que tenía neumáticos cuatro vueltas más joven que Verstappen (que estaba en segunda posición).
En el relanzamiento Norris se desprendió con facilidad del holandés. Ni siquiera lo intimidó el intento que hizo por el exterior. El coche papaya se alejaba del RB20 y quebró el DRS antes que fuera habilitado. Controló la carrera con tranquilidad. La falta de ritmo de Verstappen y la desesperación de Leclerc por escaparse de su compañero Piastri (peleando por la P3) hicieron el resto. Esta vez no habría errores como en Rusia.
Con el británico construyendo su primera victoria, el resto del pelotón luchaba por la supervivencia en circuito hóstil del Hard Rock Stadium: Sainz tuvo un feroz duelo rueda contra rueda con Piastri; Hamilton peleaba con Nico Hülkenberg; Fernando Alonso remontaba posiciones para entrar a los puntos; Yuki Tsunoda se lanzó contra George Russell; Lance Stroll y Alex Albon no se daban tregua. Lucha para todos los gustos.
El día de gloria para el tándem Norris-McLaren estaba a la vuelta de la esquina. La diferencia con Verstappen se ampliaba. El Pit Wall bajó la orden a Piastri que no peleara con Tsunoda para evitar un Safety Car que hiciera perder la ventaja a su compañero. Woking tomaba recaudos.
Lando Norris cruzó la meta con +7.612s de diferencia sobre Max Verstappen. Tercero arribó Charles Leclerc. El mundo se paralizó: Red Bull y Verstappen fueron derrotados como el año pasado en Sigapur (aquella vez fueron doblegados por Sainz, Norris, Hamilton y Leclerc).
Ante la estatua de Dan Marino, el máximo ídolo de los Miami Dolphins y uno de los mejores quaterbacks de la historia de la NFL, Norris alzó su primer trofeo en el escalón más alto del podio. Fue otra bocanada de aire fresco para la F1, como ocurriera en Australia con Sainz, justo a las puertas de la temporada europea. Y para Lando, de 24 años y 110 Grandes Premios, fue el cierre de la herida de una tarde lluviosa en Sochi.