El australiano vence en Bahrein y acecha a Norris que terminó tercero. Russell segundo con un Mercedes que lo hizo sufrir hasta en el pos carrera.
Oscar Piastri firmó este domingo su cuarta victoria en la Fórmula Uno. Para el australiano, el Gran Premio de Bahrein, podría ser la carrera bisagra en sus aspiraciones para que la estructura de McLaren se encolumne detrás de él.
Fue un dominio absoluto que tuvo su genesís en la PL2 del viernes. A partir de allí no soltó el liderazgo en el desierto de Sakhir: primero en Libres 2 y 3, pole position y victoria de punta a punta. Un combo que le valió 25 puntos y quedar a tres unidades de su compañero Lando Norris. Si bien el líder del campeonato se recuperó de la mala clasificación del sábado, llegar al tercer escalón del podio fue una quimera plagada de errores propios y ajenos.

Piastri ganó sin despeinarse. Solo tuvo que mover bien para asegurarse la punta y controlar el ritmo de carrera. Nada más. Ni Charles Leclerc (Ferrari) en P2, ni George Russell (Mercedes) en P3, fueron una amenaza en la salida. Es más, Leclerc perdió dos lugares a manos de Russell y Norris -que también había superado a Pierre Gasly y Kimi Antonelli-.
Tampoco lo inmutó la recuperación de Norris. Conoce muy bien las debilidades de su coequiper. En cuatro fechas del campeonato no está cómodo con el MCL39. Además, debe lidiar con el talón de Aquiles del coche papaya: no es fuerte en aire sucio.
Para colmo, en la parrilla de salida, el líder del campeonato se ubicó fuera del cajón. El error le costó una penalización de cinco segundos. Si existía un plan para arrebatarle la victoria a Piastri, este terminó en la basura.

Bahrein es una de las pocas carreras de la temporada donde es impredecible el comportamiento del neumático. El asfalto resbaladizo y de alta degradación para las cubiertas requiere de la mayor precisión para acertar con el compuesto. No existe el margen de error. La goma media era el favorito para la carrera, pero no para el inicio. La mayoría optaron por los blandos. Sin embargo, Ferrari se jugó por los medios para dar un golpe de escena.
Leclerc y Hamilton sufrieron en la primera parte. Pero, una vez que se emparejaron ambos compuestos, la balanza se inclinó en favor de las Rossa. Aunque, al final del día, la estrategia no rindió como se esperaba.
Lo único seguro era que los neumátucos duros no debían salir del armario. Red Bull lo comprobó en el primer pit stop con Max Verstappen. Aguantaron un puñado de vueltas para caer rápidamente al sobrecalentarse. El holandés no podía resistir cuando era atacado por Antonelli y Hamilton. El italiano lo presionó durante dos vueltas hasta que lo pudo rebasar. Luego, ante la aproximación de la Ferrari, tiró la toalla y cedió sin pelear. Era la claudicación en un domingo donde todo le salió mal -también tuvo problemas en sus dos detenciones-.

Un toque entre Carlos Sainz (Williams) y Alex Albon (Red Bull) modificó el curso de la prueba. Pedazos de fibra de cabono del coche del español ensució la pista obligando la salida del Safety Car. La neutralización fue una parada gratis para todos, permitiendo corregir errores de estrategia a los más comprometidos. Sin embargo, algunos equipos no tenían muchas alternativas y recurrieron a los infames neumáticos duros. Leclerc, Hamilton y el australiano Doohan -por ejemplo- no tuvieron otra opción.
También llamó la atención la jugada de Mercedes de colocarle gomas blandas a Russell para hacer las últimas 26 vueltas. Era una apuesta muy arriesgada. Su vida útil, según las proyecciones de Pirelli, eran 16 giros. Russell tendría que hacer diez vueltas más con esos conpuestos para preservar la segunda posición.
Y si el sufrimiento de Russell era poco, luego del reinicio, tuvo una falla en los sistemas del Mercedes. Los sensores no lo detectaban en el GPS, pero no era el problema más grave. Tampoco tenía señal para el DRS: quedó a ciegas para utilizarlo o ser alertado cuando un rival lo atacara. Lo insólito fue al apretar el botón de la radio para hablar con su ingeniero: el DRS se activó sin estar por debajo del segundo -Piastri le llevaba más de cuatro-. Según Russell, se dio cuenta de la anomalía y lo apagó manualmente; luego levantó para revertir la ventaja. Los comisarios, después de la carrera, constataron la explicación del piloto con la telemetría. El británico fue absuelto de una penalización.

Lando Norris tuvo una resurrección después del Safety Car. Con neumáticos medios remontó para alcanzar a Piastri. Pero la ansiedad lo empujó a riesgos inecesarios en los intentos por rebasar. Tuvo dos bloqueadas con Leclerc por la tercera posición, y estuvo cerca de un toque con Russell por el segundo lugar.
Con su compañero desesperado por alcanzarlo, Piastri hizo los últimos circuitos con tranquilidad. Cruzó la meta con una ventaja de +15.499s sobre el maltrecho Mercedes del sufrido Russell. Norris completó el podio con un tercer puesto lleno de sinsabores. En parque cerrado se vio al líder del campeonato sonriente. Era una expresión forzada. Piastri, que reclama el liderazgo papaya -y con dos victorias en su bolsillo-, le pisa los talones en la tabla de pilotos. Andrea Stella, que estuvo en el podio, también esforzó una sonrisa.
Es evidente el naufragio de las Papaya Rules -la regla de Woking que establece que, por el momento, no hay piloto 1 y 2-. El jefe de McLaren se encuentra acorralado ante la sorpresiva explosión de Piastri y los altibajos de Norris. Si dentro de una semana, en el callejero de Jeddah, el australiano repite una muy buena actuación y Lando sucumbe nuevamente; se agotaron las excusas: Oscar Piastri debe ser investido líder del equipo y quien deba luchar por el título.
